jueves, 3 de julio de 2008

Historia medieval, y el uso del cuerpo

Veamos como la fragua de la historia ha templado el uso del cuerpo con los hechos sociales más significativos en nuestra tradición dominante, que básicamente se forjó en Europa y que luego se implantó en América y otros continentes colonizados.
En otro apartado trataremos el sincretismo con las culturas locales y el caudal de hechos que refieren a la aculturación y las condensaciones populares de las culturas aborígenes y perduración de sus prácticas ancestrales.
Al derrumbarse la Roma decadente en el siglo IV, con las invasiones germánicas y la fragmentación de todo poder institucional, la reserva y el anhelo de algún orden y de cohesión quedo en el sentimiento popular representada por la iglesia cristiana, erigida como religión oficial del imperio casi dos siglos antes y por tanto estructurada como el estado romano.
Ella fue en principio el sobreviviente de la antigua red de cultura urbana y secular, de una identidad común para todo occidente, e imbuida de esta misión logró sostener un orden social y político sui generis en confluencia con los intereses de las elites tribales conquistadoras y bárbaras de anglos, francos, ostrogodos, visigodos, etc, de forma de mantener ideológicamente a la gran masa del campesinado leal a su poder de convocatoria.
Este campesinado era el que aportaba la fuerza laboral sostén del clero y del resto de la sociedad de la edad media, en especial sobre él recaían las exacciones y tributos que imponían las elites bárbaras guerreras que lentamente y por conveniencia cultural iban siendo cristianizadas y romanizadas por la evangelización.
En el siglo X se da forma a este modo de convivencia social con la ideología llamada Teoría de los Tres Ordenes, en la que el pueblo cristiano se resumía en el primer orden con La Iglesia que reza e intercede ante Dios por los otros dos órdenes: la Nobleza que con la espada protege a la cristiandad de los infieles, y el Pueblo campesino y artesano que alimenta y genera recursos con su trabajo para los tres.
Podemos imaginar cómo se recargaba el trabajo campesino para sostener a clérigos, nobles y artesanos contratados por éstos.
Cuando hablamos de “recargar el trabajo” significa, para todas las épocas, ni más ni menos postergar la libertad de vivir y recrearse luego de procurarse el sustento, extendiendo horas y horas la obligación de producir para que se lo lleven terceros y gocen de ello.
Esto no se logra espontáneamente sino a través de dos formas de imposición violenta: la coacción física por las armas, sobre las personas y sus bienes, o bien la manipulación ideológica por medio de las creencias, que nos hacen reconocer legitimidad en tributos e impuestos.
Una de las bases de control es educar a los niños para ignorar y ocultar la experiencia corporal alienante, donde el esfuerzo en el displacer es tolerado y hasta valorado.
Así ocurría en aquel tiempo, como lo sigue siendo hoy con otros métodos, de modo que los costos de sostener el sistema de producción feudal se “pagaban” mediante la promesa de una mejor vida en el más allá y ser una buena “y fiel oveja” a los ojos del “Señor, Creador” del cual también emanaba la contrastante realidad acomodada de los Nobles y el Clérigo. Este sistema se creía eternizado.
En su rol evangelizador, tanto del vulgo campesino como de la casta bárbara invasora constituída en la nobleza, la elite clerical prescribía conductas ético corporales restrictivas que apuntaban a entrenar al germano dominante en la lucha bajo la orientación de la fe, y al campesino para trabajar duramente la tierra y sostener las necesidades del brazo armado como de los funcionarios eclesiásticos intercesores en la Tierra bajo tales órdenes creadas por dios.
Con el devenir de los siglos, y en un largo proceso de luchas dentro de la nobleza y el surgimiento de una nueva clase social a partir del comercio, los territorios feudales se aglutinan en reinos, y estos en estados nación. En todo este proceso se manipula y controla a la población incrementando los tributos con coacción física directa así como con la conciencia del rol social, el cuerpo del hombre es devaluado frente a su función como súbdito.
Y el poder secular del estado se arroga legalmente entonces una nueva arbitrariedad: disponer en sus tribunales del destino del cuerpo de sus nacionales mientras, ahora ya las Iglesias escindidas en variantes Católica, Protestante y Anglicana sentenciaban el alma.
Así nace la institución de la Inquisición repartiéndose los castigos: con la persecución de herejías y destrucción simbólica de emergentes de libre pensamiento la Iglesia, mientras el Estado ponía al verdugo con tormentos ejemplares sobre los cuerpos para aterrorizar a las masas ciudadanas sobre cualquier intención de rebeldía.
La persona es vista por entero como perteneciente al cuerpo social, con escasa posibilidad de oponerse a los paradigmas espirituales y políticos dominantes. El cuerpo es visto como instrumento manipulable y territorio del diablo, y la cotidianidad de la cultura popular como una amenaza permanente que hay que controlar y evangelizar por todos los medios al alcance.
Mientras ello ocurre, la nueva clase social la burguesía, urbana, mercantil y más culta, se ha fortalecido y aliado a los reyes para expansión mutua, una aporta dinero y los otros poder armado. La realeza aplasta a la nobleza y consolida un poder político único dentro del territorio de cada nación europea, la organización feudal se debilita y comienza el rápido proceso en que el capitalismo absorbe los recursos: campos, mano de obra y materias primas, donde tanto las producciones urbanas como el campo producen excedentes para la actividad mercantil que alcanza mercados cada vez más lejanos.
El hombre y su cuerpo, son vistos ahora como medio de producción y generación de riqueza, se ingresa en la era llamada materialista de la modernidad. El estado y el patrón se desentienden de su realización personal, de su protección y manutención, menos aún de su gozo y salud. Las doctrinas religiosas surgen ahora como única esperanza para la vida explotada y desplazada de la tierra y el bosque que daban sustento con el trabajo, el fruto del trabajo ya no pertenece ni al campesino ni al asalariado.
La explotación se hace más insidiosa que en la era feudal, y resurge la esclavitud y se globaliza en el mundo, proceso que comienza a cambiar finalizando el siglo XIX en que se observan las ventajas de que las masas consumidoras posean mayor poder adquisitivo a fin de generar mayor creación de riqueza, concomitantes con las grandes revueltas ciudadanas.
Durante los siglos que van del XVI al XIX ocurre el proceso de expansión europea a todos los confines de la Tierra impulsados por el capitalismo mercantil, y el descubrimiento de nuevas culturas con el fin de someterlas, por intercambio y siempre después a cañonazos, a la dinámica del mercadeo.

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